Agradezco una vez más esta reflexión llena de humanidad. Los problemas complejos que el asunto plantea son todos tratados de manera franca. Son muchas las interrogantes que se pueden plantear. Siempre que discuto con amigas feministas, lo que surge de inmediato es lo que se plantea aquí, “el derecho de disponer de su propio cuerpo”. Si he entendido bien, Daniel plantea una distinción muy útil, entre lo que ocurre “en un cuerpo” y lo que es “del cuerpo”. Así, es evidente que el embarazo ocurre “en el cuerpo” de la mujer, yo diría que también ocurre “al cuerpo”, pero no se puede decir que todo eso que ocurre sea “del cuerpo” de la mujer, puesto que es el comienzo de la formación y luego el crecimiento de un cuerpo al interior de otro.
La manera como es explicado el hecho que aun no sea una persona humana, pero que se trata de un cuerpo humano, al mismo tiempo desdramatiza el asunto pero nos alerta contra una solución un tanto fácil, que sería considerar el cuerpo del feto como una parte del cuerpo de la mujer, en cuyo caso podría ser comparado con el hígado, el apéndice o la vesícula, lo cual, todas sabemos perfectamente que no es así.
Daniel se manifiesta por una ley de aborto voluntario por razones de salud pública (que merecen ser comprobadas: falta de estudios claros) y de justicia, y al mismo tiempo nos alerta contra la banalización de este acto tan duro que si he entendido bien, permanece muy dudoso en el campo de la ética. Si se tiene en cuenta todo esto, es seguro que habrá que pensar mucho antes de lanzarse en una guerra ideológica que produzca una ley hecha a la rápida.
Una reflexión muy profunda y valiente, porque la norma en estos temas es que todos están seguros de lo que piensan. Por ello me parece muy importante también el párrafo en el que Daniel pide que se consideren todas las posiciones como legítimas y que no se caricaturicen en un debate intolerante y violento.
Por: Milena Melig
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